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Esta harto. Se había esforzado día y noche durante meses para convencer a esa imbécil de que él no era el patán que ella creía y se esforzaba por ver. Cada uno de sus intentos había caído en saco roto, y nada parecía ser suficiente. No importaba cuánto tratara, siempre algo salía mal y todo se tornaba en su contra favoreciendo esa absurda imagen errada. Pero por todo lo sagrado, él era un Riddle, y no es que fuera el patán que la gatita creía, pero él no perseguía chicas, ellas lo perseguían a él. El hijo del salvador no necesitaba andar detrás de ninguna, era apuesto… es decir, no estaba mal, no era feo, deforme ni nada por el estilo; tenía un gran sentido del humor, era divertido, y encima pertenecía a una gran familia reconocida por todos. ¿Por qué demonios tenía que ser él ahora quien persiguiera a Darien? Que se pudriera, ella y sus estúpidos prejuicios. Si no quería ver la realidad que él tanto le demostraba, que se quedara con su equivocación y se perdiera de su compañía. No necesitaba su aprobación, su amistad ni absolutamente nada que proviniera de ella. Él no la necesitaba.

Con esa idea en mente caminaba por los casillos llevando por delante a quien no se apartara de su camino. Una vez había intentado remediar su mala imagen, y una vez más se había marchado con un nuevo insulto y la promesa de que lo mataría de no ser porque contaba con la protección de La Voluntad. Maldita sea. Estaba tan enfadado que podría luchar contra el sauce boxeador y así todo no se cansaría. No era enojo en realidad, era frustración, pura y acumulada. Ya no sabía qué más hacer, y si realmente no había más alternativas, no tendría más remedio que darse por vencido y aceptar que a sus ojos nunca sería más que una basura aprovechada. Pero era un insulto por partida doble! No sólo lo ofendía que ella lo viera de ese modo, sino que además… era la primera vez que una chica en la cual ponía los ojos le decía que no de manera tan tajante y despectiva. ¿Acaso realmente sólo le generaba desprecio? ¿Será que ella era verdaderamente inmune a sus encantos? Y sabía que podía ser encantador cuando quería. Demonios. Todo su ego estaba herido y por tantos flancos a la vez que ya no sabía ni cómo evitar sacar la varita y hacer explotar ese ridículo colegio en ese absurdo mundo donde todo era al revés.

Ese día se esforzó por evitarla, no porque temiese un nuevo encuentro, sino porque estaba tan enfadado que no respondería por sus actos. Y porque verla sólo lo hacía sentirse peor. Pero como le sucedía con todo en ese enfermizo mundo, sus planes salieron exactamente al revés. Cuanto más se esforzaba en evitarla, más la encontraba. No sólo coincidieron en clases, sino que la cruzaba en los pasillos cada vez que fue al baño, la encontró mientras daba su ronda durante la tarde, hasta cuando fue a la cocina en busca un refrigerio terminó encontrándola. Ella jamás iba a la cocina, había estudiado sus movimientos para descubrir qué le gustaba y así sorprenderla gratamente, aunque terminó haciéndole creer que era un acosador. ¿Por qué demonios ese día la veía hasta en los cuadros?

Indignado, exhausto y de pésimo humor terminó las clases del día y decidió salir al lago. ¿Cuántas probabilidades había de que la encontrara allí también? Si era así se tiraría a nadar, al menos bajo la superficie no podía encontrarla, y si la veía ahí ya era signo de que había enloquecido y deliraba. Al llegar buscó un sitio apartado, donde nada ni nadie se le acercara y poder romper ramitas en paz hasta que sus manos se enrojecieran por las astillas, donde pudiera proferir toda clase de palabras disonantes hasta que se descargara y de donde no debiera moverse hasta que toda su ira, frustración y tensión hubieran desaparecido. Pero oh, claro que iba a salir mal. Por supuesto que no podía resultarle ni un jodido plan tan inocente como quedarse sentado en paz, porque esa gatita endiablada no lo dejaría. Ella lo odiaba, y lo demostraba apareciéndose en cada sitio al que él fuera.

Por suerte ella no lo vio. Parecía nerviosa, incluso para un imbécil sería obvio que algo la incomodaba, la había visto incómoda tantas veces que ya reconocía su lenguaje corporal cuando estaba tensa. Pero eso no era problema suyo, sin duda, aunque se interesara por sus asuntos y quisiera ayudarla sólo terminaría provocando su enojo una vez más y generando más malos entendidos. Si tenía problemas que se arreglara por sí sola, y si no podía que se buscara a alguien dispuesto a soportar todos sus insultos y malos modos, él no tenía absolutamente ningún motivo para que le importara lo que le pasara a esa malagradecida gatita… Sí, eso iba a hacer, se quedaría sentado bajo en ese mismo punto rompiendo sus ramitas mientras ella resolvía sola sus problemas o los manejaba como pudiera, o eso se dijo a sí mismo mientras saltaba una de las altas raíces del bosque prohibido mientras seguía los pasos de Darien a través de los árboles para ver qué era lo que la tenía tan alterada. Después de todo, para que alguien como ella se pusiera de ese modo, debía ser algo importante, no solía exagerar con sus preocupaciones.

La siguió de lejos unos cuantos metros, sorprendiéndose de que no lo hubiera descubierto, debía de estar realmente nerviosa, y pronto comprendió el motivo al hallar una puerta hacia su mundo. Era extraño, no solían haber puertas tan cerca del castillo, y viendo que ella cruzaba no dudó en seguirla. El bosque pronto cambió convirtiéndose en un pasillo metálico, frío y austero. Los pasos de la gatita se apresuraron hasta que le resultó casi imposible seguirla si quería seguir manteniéndose en silencio, y al final terminó resbalando causando un fuerte chirrido por la fricción de su suela y el suelo.

- ¿Qué demonios haces? – le preguntó ella empujándolo contra la pared claramente sorprendida de que la hubiera seguido.
- Eh… - no tenía ninguna respuesta que no sonara a la de un acosador, al menos no recordando que ella ya creía eso de él. - ¿Qué haces tú? – le devolvió la pregunta instintivamente
- Este sitio es peligroso, vete ya. – le advirtió ella empujándolo un poco hacia el pasillo por el cual habían llegado, y que aún comunicaba con el bosque prohibido.
- Estoy intentando ayudarte – le reclamó con algo de enfado. Si era peligroso, iba a necesitar alguien que cuidara sus espaldas. Él no era un inútil, no iba a tolerar que además de tratarlo como un baboso le dijera que era inservible.
- Vete a ayudar a otro lado. – le respondió con enfado girándose para continuar su camino dejándolo allí de pie.

Era indignante, lo insultaba, lo menospreciaba y encima lo abandonaba cuando era obvio que algo no estaba bien y casi seguro que necesitara apoyo. La vio alejarse con movimientos sigilosos, como su delicada figura se escurría de una esquina a la otra, ocultándose en cada pequeño espacio sombrío que encontraba. Era muy ágil y bella… Y aunque le había pedido que la dejara sola, no podía hacerlo. Estaba en deuda con ella luego de haberse comportado como un patán, y aunque estuviera enfadado con ella por ser tan testaruda y obstinada, no se sentiría tranquilo sin saber que estaba fuera de peligro. Así que, en silencio, caminó por donde la había visto marcharse dispuesto a darle alcance en algún sitio o al menos averiguar qué tenía de especial ese lugar para ponerla tan nerviosa.

Caminó durante varios minutos, aunque de pronto una alarma comenzó a sonar. Se ocultó rápidamente en un casillero, justo a tiempo para que tres hombres vestidos con ropas extrañas pasaran apresuradamente a su lado. Sin dudar, e imaginándose que debían de haber detectado a Darien, comenzó a perseguirlos dispuesto a usarlos para hallarla y así poder demostrarle que no sólo le causaba problemas, sino que estaba de su lado y le ayudaría. Los pasillos se sucedían uno tras otro, y finalmente los disfrazados hombres entraron a una habitación. Claro que él no sería tan estúpido como para seguirlos dentro ciegamente, sino que desde el marco se asomó espiando a ver qué sucedía dentro. En efecto, en el interior de aquella sala se encontraba la gatita rodeada de un puñado de hombres igual de disfrazados y armados que los tres que había seguido. Al parecer el trato no era agradable, porque sin cruzar palabras la rodearon y demostraron sus intenciones de reducirla, capturarla o asesinarla. Iba a intervenir, pero verla luchar era un agasajo a la vista. Era rápida, pero además era fuerte. Esquivaba sus ataques sin esfuerzo, les lanzaba poderosas maldiciones y les propinaba golpes que hasta a él le dolían de tan solo verlos. Era asombrosa.

Uno, dos, tres… uno a uno fueron cayendo a medida que ella se lucía en todo su esplendor. Mientras él, con su varita en la mano y listo para entrar en acción y ayudarla, no podía dejar de observarla. Necesitaba aprender a combatir así, y viéndola, entendía perfectamente por qué trataba a todos de inútiles. Pero él era capaz de ayudarla, de cubrir su espalda mientras luchaba de ese modo, de brindarle su apoyo. El mismo apoyo que sentía ahora, cuando una pesada mano se posó sobre su hombro empujándolo mientras alguien lo sujetaba del cuello amenazando con asfixiarlo o rompérselo de un golpe matándolo ahí mismo.

- Basta – dijo la voz del hombre que lo tenía sujeto salvando, por poco, la vida del último de sus compañeros que quedaba de pie. A empujones lo guio dentro de la sala, permitiéndole ver en primera fila el enfado en la cara de la gatita al ver que no había seguido sus instrucciones. Sin saber que más hacer le dedicó una de sus encantadoras sonrisas, lo cual fue mala idea, porque juraría que vio como sus ojos se encendían del más grande anhelo de asesinarlo que jamás había visto en ella. – Detente o mataré a tu amigo. – le advirtió el tipo.

A pesar de estar en una posición completamente desventajosa, no pudo evitar reír – Te equivocaste de rehén, estás perdido amigo. – le dijo a su captor sabiendo que Darien se alegraría si lo mataban, porque por la forma en que ella pensaba de él, sólo le estarían solucionando un problema. - Le harás un favor matándome.

- Que mal para ti – le respondió el tipo ese, apretando su cuello hasta que su risa se detuvo, así como el paso del aire.
- Está bien – aceptó Darien bajando su varita y rindiéndose. - ¿Qué!? – preguntó completamente sorprendido cuando pudo respirar otra vez. – Pero si me querías muerto! Me lo dices casi a diario – exclamó ofendido por ese súbito cambio de actitud. ¿Quién podía comprender a las mujeres y sus repentinos cambios de ánimo? Todas eran unas histéricas.
- Cállate patán inservible, ya has hecho bastante. – le respondió con un enfado tan intenso que podía palparse en el aire. – No lucharé si lo dejan ir. – comenzó a negociar su liberación, lo cual era mucho más humillante que cualquier otro insulto que hubiera podido decirle.
- Él no nos sirve. Atrápenla. – aceptó la condición su captor, liberándolo de su violento agarre, aunque manteniéndolo cerca mientras el sujeto restante se acercaba a Darien y le sujetaba las manos con unas esposas metálicas que se veían bastante resistentes. Sólo cuando ella estuvo completamente reducida el hombre volvió a hablar – ¿Quién diría que una bestia como esa tendría palabra? Es tu día de suerte niño, pero si regresas te prometo que la fortuna no volverá a sonreírte – dijo el tipo llevándolo a empujones hacia la salida, sin que pudiera ver qué sucedía con Darien ni tampoco resistirse.

Mientras era bruscamente escoltado a la salida emitió toda clase de preguntas e interrogantes, pero ninguna fue respondida, y al final se vio abandonado fuera del edificio, sin saber cómo regresar al Hogwarts en que estaba, como pedir ayuda, ni mucho menos como redimirse con la gatita a la cual no dejaba de perjudicar. Era un imbécil, un completo idiota tal y como ella le decía una y otra vez. La había cagado. Pero no podía hacer que las cosas fueran peor, ¿o si? Lo pensó seriamente durante una fracción de segundo, y antes de saber exactamente qué impulsaba sus acciones, igual que como había sucedido en el bosque, buscó la forma de regresar. No importaba lo que sucediera, no se iría de ahí sin su gatita.

Entrar fue más simple de lo que creía, pasar inadvertido no lo fue tanto. Tras la intromisión anterior los sistemas de seguridad parecían estar activados y en alerta permanente, pero por suerte las ventilaciones eran lo suficientemente grandes como para que se escurriera por ellas. Claro que, si era difícil orientarse entre los pasillos, hacerlo a través de los ductos de aire era un auténtico crucigrama. Pero demostrando que el idiota que lo sacó antes no disponía del don de la premonición, la fortuna pronto le sonrió haciéndolo sonreír por la posibilidad de enrostrarle al cretino lo equivocado que estaba. Desde el ducto de ventilación logró escuchar la conversación entre dos sujetos que estaban hablando de Darien, desde luego, debía ser le tema del día. Al parecer la habían capturado con vida y la habían llevado a un laboratorio para drenarla o algo así, como si los vampiros o las chicas fueran naranjas de las cuales sacar jugos, ese grupo debía pertenecer a una secta de estúpidos incapaces de diferenciar a una persona de una fruta.

Hallar el laboratorio no fue tan sencillo como sonaba, al parecer ese sitio tenía demasiados cuartos con temáticas extrañas, y la mayoría de los que vio no le transmitían ninguna pista de qué clase de lugar era ese. Pero a juzgar por la clase de “equipos”, armamentos y aparatos que ahí podía ver, lo que fuera que hicieran era doloroso. Camillas con grilletes posicionadas debajo de aparatos gigantescos, no podían ser solo para conseguir un mejor bronceado. Preocupado, decidió apresurarse. La hallaría y la rescataría, redimiéndose, salvándola, demostrándole que era un gran guerrero, y por, sobre todo, logrando que dejara de insultarlo al menos un día entero. Después de todo, si no los mataban lo merecería.

Dio varias vueltas, se perdió, se encontró y se volvió a perder unas cuantas veces antes de dar con el dichoso laboratorio, el cual no hubiera reconocido como tal de no ser porque en el centro y dentro de lo que parecía ser una pecera gigante, se encontraba la gatita. Era evidente que no se estaba divirtiendo, la chica con terror al agua estaba completamente sumergida, sin acceso a aire, completamente inmóvil a pesar de que no hubiera nada más que unos delgados cables sujetándola. Con esfuerzo logró soltar la tapa de la respiración y salir del ducto, allí fue descubierto por una mujer que usaba una larga bata blanca, a la cual petrificó sin dudar. Era excelente con esos hechizos, su padre le había enseñado muy bien. Miró su obra unos segundos, aunque el sonido de una puerta abriéndose a un lado lo alertó. A tiempo lanzó un segundo hechizo inmovilizante, y con prisa, acomodó el cuerpo del hombre que acababa de entrar junto a de la otra mujer, cerrando la puerta para que no fuera tan sencillo que los descubriera. Con una lenta inspección a la pecera entendió que los cables no eran tal cosa, sino vías, y que cuando dijeron que iban a drenarla se referían literalmente a sacarle sangre. Darien se veía débil, y eso no era bueno; él podía sacarlos de ahí, confiaba en sus habilidades, pero no era estúpido, tenían más posibilidades si ella también podía combatir.

Sacarla de ahí fue increíblemente complicado, con el laboratorio controlado y desde una posición que le permitiera vigilar la puerta, trepó a la pecera. Sin sacar el líquido que había dentro, que dudara fuera agua, tomó a la gatita y jaló de ella hasta sacarla. Al final no logró mantener el equilibrio mientras la sacaba de ahí, así que ambos terminaron empapados y cayendo de costado. El hombro se le resintió por el golpe, haciéndole exclamar una maldición entre dientes por el dolor, la cual repitió al ver que las vías se habían arrancado con la caída.

- Mierda. Darien ¿estás bien? – preguntó alarmado, sacudiéndola un poco para que reaccionara.
- Aléjate – le respondió ella con voz seca, llenándolo de alivio al ver que estaba consciente, pero de impotencia cuando ni siquiera mientras la estaba rescatando confiaba en él.
- Y cómo saldrás de aquí sola? Puedes por una vez dejar de ser tan terca, obstinada e inmadura y dejarme ayudarte!? – le reclamó sin poder contenerse, ni mucho menos creer lo malagradecida que era esa chica.
- No – le respondió ella empujándolo. Se la notaba adolorida, lo cual hizo que su enfado menguara, pero lo que definitivamente terminó de mitigarlo fue ver como se arrastraba hasta llegar junto a los dos petrificados y comenzaba a alimentarse de ellos hasta que fue evidente que los había asesinado. La dejó que se alimentara, maravillándose al ver como las heridas de sus brazos, esas que las vías habían dejado, comenzaban a sanarse a medida que ella parecía recuperar sus fuerzas. Las dos personas que él paralizó pronto pasaron a un estado más permanente, y aunque la gatita seguía viéndose cansada, la mejora era evidente desde el punto en que podía ponerse de pie.
- ¿Estás bien? ¿Qué es este lugar? ¿Qué te hicieron? – no pudo dejar de preguntar. - Sí. No estoy segura de qué es, pero los hombres que viste antes son cazadores y a juzgar por lo que vi, no son muy honestos. Este no es momento para explicaciones, debemos irnos y asegurarnos de que no nos sigan. – le dijo Darien aún afectada por la sed, por la debilidad que aquella tortuosa extracción le había producido y el terror que había sufrido hasta que Riddle llegó en su rescate. - ¿Puedes abrirnos paso? – le preguntó demostrándole que podía dejar de ser tan terca, obstinada e infantil y reconocer cuando necesitaba ayuda.
- Sí, ven, déjame ayudarte – le pidió pasándose uno de los brazos de ella por los hombros para poder sujetarla y ayudarla a caminar.

Cargándola de ese modo, comenzaron a recorrer los pasillos. Darien parecía saber por dónde debían ir, así que mientras ella le apuntaba en la dirección indicada, él se aseguraba de no soltarla y cubrir todos los ángulos posibles, listo para bloquear cualquier ataque. Al llegar al último pasillo, ese que conectaba con el bosque, pudo ver como una pequeña mariposa morada revoloteaba del otro lado, invitándolos a seguirla y eso sólo podía significar una cosa. No estaban solos. Apresurando un poco el paso y confiando en aquel insecto, o mejor dicho en la promesa que implicaba, avanzó hasta cruzar el umbral sintiéndose profundamente aliviado. Al voltear, pudo ver como los descubría el tipo que lo había amenazado antes, y sin poder evitarlo, mientras la mariposa cerraba el portal, alzó la mano dedicándole un alegre saludo, cargado de soberbia y orgullo. Se sentía completamente realizado ahora que había podido demostrarle que la fortuna sí le había sonreído, había regresado, había salido airoso y se había llevado a la chica.

Cierto, la chica. Esa era la parte importante ahí. Al ver a Darien notó que ella ya no parecía estar despierta, por lo que apresurándose la cargó en sus brazos y la llevó a la sala común. Pensó en cambiarle la ropa y ponerle algo seco, pero no era tan estúpido como para no saber que eso sólo les causaría más problemas. Así que en cambio tomó un par de toallas y comenzó a sacarla de la mejor manera posible evitando nuevos accidentes. Pero para su horror, en ese momento notó que ella no estaba respirando.

- No… - dijo tomándole el pulso y comprobando que de hecho no tenía. Aterrado comenzó a presionar su pecho aplicando las tácticas de resucitación que había aprendido de niño, cubriendo su nariz para poder brindarle respiración boca a boca. Aunque tras la primera espiración ella lo empujó claramente ofendida.
- ¿Qué haces imbécil? – le reclamó limpiándose la boca y recostándose una vez más.
- Yo… tu… Creí que… no respirabas y… - el alivio que lo colmaba era demasiado grande, tanto que ni siquiera fue capaz de percibir el insulto en esa oración.
- Soy un vampiro, ¿recuerdas? No tenemos pulso y no necesitamos respirar. – le respondió viendo las toallas y comenzando a secarse. - ¿Por qué me seguiste? Te dije que te marcharas, que eso no era asunto tuyo. Maldito imbécil, casi me matan por tu culpa. – se quejó en murmullos confusos mientras intentaba al menos arreglar un poco su cabello. Realmente parecía preocuparse por su imagen. ¿Sería porque él la estaba viendo y quería verse bien para él? Pero en qué pensaba, claro que no…
- Cierto… - intentó sonar menos aliviado de lo que estaba, aunque de inmediato, la paz que le producía ver que estaba bien abrió paso al retorno de la impotencia al oírla culparlo por todo lo que había sucedido. – Estaba preocupado por ti, y, por cierto, de nada por salvar tu vida gatita – le reclamó usando esa palabra que ella tanto odiaba, sólo para hacerla enfadar y clamar así por algo de justicia. – Eres una desagradecida, no mereces que me preocupe por ti. ¿Y se puede saber por qué demonios te rendiste cuando me amenazaron? Creí que me querías muerto, que te hacían un favor si me mataban.
- Eres un completo estúpido, además de un patán y descerebrado. – le respondió ella arrojándole la toalla al rostro con enfado. – Gracias por regresar… imbécil bueno para nada. – y con esas palabras lo más increíble sucedió. Sus miradas, enfadadas, frustradas por la idiotez del otro se cruzaron y ambos sonrieron.
- Gatita – dijo él molestándola. - Patán – le respondió ella. Por fin comenzaban a entenderse.

Fin