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Cómo habían terminado en esa situación era un misterio. Una sucesión de desafortunados, pero muy bien encajados, eventos. Una suma de decisiones equivocadas y causalidades completamente fuera de su control fueron la receta perfecta para que ese horrible momento estuviera sucediendo. Era innegable. Nadie con dos dedos de frente podría discutírselo. La estupidez se contagiaba por el aire y por contacto, y ella había permanecido rodeada de idiotas demasiado tiempo. Había aceptado esa estúpida proposición y ahora se arrepentía completamente, pero no iba a darle el placer de que la viera acobardarse, aun cuando comenzaba a hacerlo.

-¿Vas a hacerlo así vestida?- le preguntó el rey de patanes, descaradamente, haciéndola molestar.

-¿Acaso esperabas otra cosa maldito patán?- lo sabía, todo era parte de sus sucios planes que su patética mente había elaborado. Él ya estaba listo por supuesto, desnudo de la cintura para arriba. –Lo sabía. No se puede confiar en ti.-

-No es así- se excusó de forma tan patética que aún sin tener sus habilidades, sabía que era una mentira. -pero te va a ser más fácil con un traje de baño que con pantalón y remera.- tenía razón, pero no iba a darle el gusto de que volviera a verla casi desnuda. Y ahora que había vuelto a ser una horrorosa humana al despertar unos días después de Halloween, por una razón inexplicable, pero cuya causa averiguaría en cuanto regresara a normalidad y haría pagar a los culpables, se sentía insegura y vulnerable de nuevo por todo lo que la rodeaba. Odiaba sentirse así.

-No estamos en un día de playa, esto es un entrenamiento. Esta ropa está bien- fue todo lo que le respondió. No se merecía más segundos de su tiempo, tiempo que ahora corría inexorablemente de nuevo por ella. -¿Y qué hacemos aquí? ¿También es parte de tus planes?- aquel sitio era el último lugar dónde hubiese esperado hacer una cosa así.

-Deja de sisear por todo gatita. Y de pensar que tengo intenciones ocultas detrás de todo lo que hago.- volvió a intentar defenderse, levantando las manos en frente suyo como si de ese modo sus palabras dejaran de sonar a engaños y cómo si eso evitara que deseara asesinarlo por seguir usando ese apelativo para referirse a ella. –El baño de prefectos es mejor que el lago, ¿no crees? Podemos regular la temperatura del agua y puedes ver y tocar el fondo. Además, aquí nadie te verá y puedes negarlo todo si hace falta.- sonaba demasiado bien pensado y armado. De forma bastante sospechosa.

-Te dije que dejaras de decirme así.- le reclama sin poder evitar el estar a la defensiva. –Acepté esta tontería, pero eso no significa que me agrades o vayas a hacerlo.- quería dejar esa parte muy en claro, porque, era importante. –Sigo sin entender porque me lo ofreciste siquiera patán bueno para nada.- mientras siguiera insultándolo podría posponer el momento de meterse al agua tanto como quisiera.

-Ya te lo dije, para compensar lo que hice. Ya que mis palabras no son suficientes, lo que me queda por hacer es asegurarme que no tengas que volver a pasar por algo parecido. Soy buen nadador, y un excelente maestro.- dijo con tanta suficiencia que deseó borrarle la odiosa sonrisa del rostro de un golpe. –Te enseñaré a nadar, y así no volverás a depender de mi si algo así vuelve a suceder.-

El recuerdo de lo sucedido le heló la sangre y le puso los vellos de punta. –Algo así NUNCA volverá a suceder, ¿me escuchas?- no volvería a estar en una situación así de desesperada y desamparada, pero para eso, realmente debía aprender a nadar. Miró la tina, que bien podía ser una piscina por su tamaño, con cierto temor que procuró ocultar. Ya estaba llena casi hasta el borde y jamás se había visto tan amenazante cómo en ese momento. El patán no la estaba mirando, se había entretenido controlando la temperatura del agua y haciéndole caras a la sirena descerebrada del vitral de la ventana. Harían buena pareja. Eso le dio tiempo para prepararse mentalmente, darse fuerzas y caminando con la altivez de una emperatriz, entró al agua. Estaba a una buena temperatura, pero de inmediato quedó hundida casi hasta el cuello. Tocaba el fondo, pero no se sentía nada cómodo. Además, la ropa le incomodaba y le hacía sentirse maniatada. Tenía un bañador debajo, pero se parecía más al de una niña que al de una chica, y no quería darle más motivos para que se burlara de ella, porque todo eso era una burla, no podía ser otra cosa. –Esto no sirve. ¿Te vas a quedar ahí perdiendo el tiempo todo el día?- le reclamó.

-No quería presionarte a entrar.- responde otra tanda de idioteces acercándose al agua y metiéndose también, con esa misma sonrisa que ahogaría en cuanto pudiese.

Las lecciones comenzaron de inmediato y eran realmente tontas e inservibles. Al principio le hizo sujetarse del borde de la tina y que aprendiera a relajar su cuerpo para que florara. Era imposible relajarse y dejar que el agua controle tu cuerpo al mismo tiempo, pero entre discusiones y más tonterías, decidió morderse la lengua y dejarlo guiar. La primera vez que su cuerpo flotó por encima de la línea del agua, se sintió orgullosa, aunque era una sensación incomoda que no terminaba de agradarle. El patán no estaba igual de conforme que ella y se lo hizo repetir una y otra vez hasta que le permitió avanzar al siguiente paso. Soltarse del borde. Otra vez pasaron minutos discutiendo, debatiendo y estableciendo límites hasta que permitió que la sostuviera, ayudándolo a mantenerse a flote solo, y solo si, era exclusivamente necesario. Lo cual fue más necesario de lo que le gustó, pero finalmente pudo mantenerse en vertical luego de liberar sus manos de la seguridad del borde, pero aun así ese imbécil bueno para nada se lo hizo repetir varias veces. Eso era una pérdida de tiempo. Iba a marcharse, pero eso implicaba darle la satisfacción de haberla humillado. Luego volvieron a entablarse en una nueva discusión.

Sus manos y pies estaban arrugados, sentía que jamás volvería a estar seca de nuevo, pero cada vez que tenía que aprender algo nuevo, debía volver a recordarle los límites a ese idiota. Para cuando fue capaz de patalear por si misma y avanzar trechos cortos sin hundirse, habían pasado horas, y era de noche. Estaba agotada, le dolía todo el cuerpo, pero también estaba realizada. Riddle era un pésimo maestro, tardaba demasiado en enseñarle, pero estaba aprendiendo. -¿Por qué no me enseñas a respirar? ¿No es una lección básica?- le preguntó luego de pedirle que se volteara para poder salir. No confiaba en que ese idiota no la miraría.

-Es algo fácil de aprender, el orden no altera los productos. Seguramente no me dejarás darte otra lección, así que quise enseñarte algo con lo cual puedas mejorar luego si practicas- luego se queda en silencio, mirando a uno delos zócalos del borde. –¿Sabes el cliché que es que le temas al agua ga…?- comenzó a susurrar como si ella no estuviera allí para oírlo, pero si lo había hecho y no lo resistió más, estaba agotada, de mal humor y cansada de decirle que dejara de decirle así. Así que antes de que terminara la frase tomó una barra de jabón y con perfecta puntería se lo estrelló en la cabeza.

-No llegues tarde mañana, Patán.- le dijo antes de salir del baño, caminando de forma extraña, aún se sentía como si estuviera dentro del agua.

Fin


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Mini regalo extra



Todo estaba oscuro, frío y silencioso. Estaba sola, no podía oir ni su propia voz. No sabía quién era, ni dónde estaba. A veces veía imágenes, coloridas y llenas de luz, pero no tampoco sabía de dónde venían o dónde se marchaban al desaparecer. La mayor parte del tiempo pasaba mientras ella dormía, acurrucada intentando protegerse del frío en aquel helado y desolado páramo desierto.

Las imágenes cambiaron, dejaron de ser tan coloridas y pasaron a ser igual de oscuras que su mundo, pero seguía sin saber su procedencia o entender su significado. Seguía sola y olvidada. Nadie iba a buscarla.

Entonces todo cambió de repente, un dolor diferente al de la soledad o el frío contrajo todo su cuerpo, era caliente, muy caliente, le quemaba, la torturaba y la arrancaba de la tranquilidad de la existencia que tanto había maldecido antes, pero a la cual deseaba regresar si con eso se libraba de aquel tormento. Iba a morir, ese era su fin.

Abrió los ojos, la luz le lastimaba y los ruidos también. Miró sus manos, no, no eran sus manos, pero estaban llenas de sangre, sangre que ella había derramado para quemar el fuego que casi la consumió. Sabía que estaba en un cuerpo, pero no su cuerpo. Un hombre le hablaba ¿Dorian? No, ella no se llamaba así, pero sus labios se movieron por si solos y le respondieron a ese sujeto llamado padre. Iba a marcharse de allí, no podía permitirlo, quería respuestas, sentía que ese sujeto las tenía, pero Dorian tenía el control.

No lo tendría mucho tiempo, aprendería a controlarlo, tendría la lo que siempre había soñado y le era negado, aquello que sólo podía ver en imágenes.

Era Darien, y ahora era libre.