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May 4



El sol asomaba por el horizonte anunciando el inicio de un nuevo día. Mithril se desperezó en su cama, estirándose aún adormilada y apagó el despertador sin darle tiempo a que activara su alarma. Sus largos años de entrenamiento con los fantasmas le había inculcado una rutina rigurosa que aún ahora perpetuaba. Llevaba varios meses en ese mundo, atendiendo un bar-posada y aún mantenía su acostumbrado sentido de la responsabilidad y el deber. O lo tendría cuando hubiera bebido su café y terminara de despertarse. Existía una amplia diferencia entre abrir los ojos, levantarse de la cama y estar lista para encarar el día. Pero como buena fantasma, siempre estaba un paso delante de los acontecimientos, y así es como ya tenía el café listo incluso antes de salir de la cama. Le gustaba esa vida ordenada, donde todo estaba en su sitio y las cosas ocurrían tal y como deberían ser.

Tomó su desayuno en la cama, único gusto que había adquirido desde que dejara Pandora y se instalara en el Caldero Chorreante. Luego, un gorgoteo ronco la llamó desde la cuna de Desmond, no sonaba como de costumbre lo cual le preocupaba, no conocía ese mundo lo suficiente como para su niño se enfermara así fuera sólo un resfriado. Se acercó a la camita, aún con aire adormilado mientras se rascaba un ojo. Al llegar, todo rastro del sueño se evaporó en el acto. – Oh por dios – exclamó horrorizada, completamente desesperada. Donde hasta la noche anterior dormía su hijito, ahora había una extraña criatura que no parecía de esa galaxia. Parecía una cría de algo, ¿de qué? No lo sabía. A pesar de ser joven estaba completamente arrugada. Tenía enormes orejas, mucho más grandes que las de ningún elfo doméstico. Y unos ojos gigantescos tan adorables como expresivos, que la observaban muy sorprendidos transmitiéndole la intensa sensación de que el pequeño animal tampoco sabía qué estaba haciendo allí. Y lo más alarmante de todo, o al menos desde la perspectiva de Mit, era el color de piel de la criatura en cuestión. Mit no era racista, no le importaban esas cosas como piel clara o piel oscura, pero este niño tenía un peculiar tono verde en su piel, y a ella no se le ocurría cómo eso podía ser signo de buena salud.

Temiendo lo peor buscó en la cuna hasta dar con lo que parecía un pequeño botón metálico y una nota escrita a mano. El botón era claramente un objeto tecnológico superior, incluso para los estándares de Pandora. La nota sólo le pedía que cuidara del niño hasta que su padre o tutor pudiera ir a buscarlo, la advertía de que era un ser buscado y amenazado por la galaxia que debía ser protegido a toda costa. La verdad es que era una nota bastante escueta para estar advirtiendo de tantos peligros, no decía que era el niño, cuál era la amenaza en cuestión, ni dónde estaba su hijo. Sólo que el artefacto tenía un botón que le permitiría llevar al niño hacia donde se encontraba su tutor y que sólo debía presionarlo si los cazadores los encontraban. – Sí, como no. – comentó con una mueca de incredulidad. No iba a esperar ni a perder el tiempo, no si la vida de su cachorro estaba en riesgo.

Sin dudarlo tocó el botón y viendo que el artefacto vibraba lo lanzó a un lado. El pequeño objeto tembló, y se abrió creando un portal luminoso que le impedía ver lo que fuera que hubiera al otro lado. Con determinación, y haciendo uso de la valentía que la caracterizaba, tomó al niño en brazos y lo llevó al otro lado del portal. Lo reuniría con su padre, recuperaría a su hijo y le devolvería el orden a su perfecta vida. Su gran intuición le advirtió que llevara sus armas y varita, que se preparara para usar toda su inteligencia y recurrir a todo su valor para poder regresar. A veces ser intuitiva era un problema, le hacía preocuparse cuando debería ser una misión sencilla. Si tan sólo lo fuera…
Cruzar el portal fue al parte simple, adaptar la visión al extraño paisaje en que se encontraba fue la parte intermedia, entender qué era lo que había delante de ella, fue la parte prácticamente imposible. Estaba en un bosque oscuro y nebuloso donde la luz no parecía llegar al suelo, la vegetación se veía enferma y todo a su alrededor lucía opaco y desierto como si fuera un lugar abandonado. Ante ella, una mujer ocultaba su rustro con una gruesa capa negra.

- ¿Eres la madre del niño? – le preguntó Mithril a la misteriosa mujer.

Ella se retiró la capucha exhibiendo lo más extraño que ella había visto en mucho tiempo, y había visto muchas cosas extrañas. Su piel era naranja, y su ¿cabello? Era como si dos tentáculos brotaran de la parte superior de su cabeza y cayeran a cada lado sobre sus hombros.

- Mi nombre es Ahsoka Tano. – respondió la mujer con tono sereno, qué bueno que alguna de las dos podía mantener la calma en esa situación. – Y el niño que cargas se llama Grogu. No hay parentesco entre nosotros, sin embargo nos conocemos bien. ¿Cómo ha llegado a ti? ¿Dónde está el mandaloriano?

Les tomó unos minutos entenderse. Por fortuna, ambas tenían personalidades templadas que sabían lidiar con la presión. Así lograron intercambiar información y profundizar en el verdadero problema que estaban encarando. Al parecer, el bebé verde se llamaba Grogu, tenía cincuenta años y era un jedi, misma legión a la que pertenecía Ahsoka. Su padre, quien debía haber hecho el intercambio de bebés, era un hombre de una legión enemiga a la de los jedi pero que había adoptado a Grogu a pesar de eso. Un tipo que usaba casco constantemente. La última vez que Ahsoka los había visto, Mando llevaba a Grogu a un templo jedi para que un jedi que no fuera ella lo entrenara. ¿Por qué? Esa es otra pregunta para la que Mit no tenía respuesta, pero por más fascinante que le resultara la historia del viejito verde que tenía entre sus manos, el destino de su amado Desmond era mucho más importante. Su preocupación fue suficiente para persuadir a Ahsoka de ayudarla a reunir al adorable Grogu con su padre, y así recuperar a su pequeño en el proceso.

Ahsoka la guio hacia un barco de metal, una nave con un diseño sin igual. Mit llevaba a Grogu en brazos cuando Ahsoka le indicó que tomara asiento. La nave se sacudió, se elevó, y por las ventanillas Mit logró ver como el suelo se volvía distante. Los árboles se hacían pequeñitos hasta desaparecer. El cielo gris se oscureció hasta llegar al negro más oscuro que jamás hubiera visto. Era como navegar entre estrellas, cuando con una nueva sacudida, los pequeños puntos de estrellas se volvieron líneas delatando la inmensa velocidad a la que recorrían el espacio. Fue sorprendente cuando la nave se detuvo y aterrizó con toda suavidad son un planeta de apariencia normal, ¿Qué cómo es la normalidad? Como ese planeta.

Al parecer, Grogu que lucía demasiado joven para sus cincuenta años, también tenía un extraordinario sentido de orientación, porque él le había “dicho” a Ahsoka que debían ir a ese lugar. Esa era una de las cosas que se sumaba a la lista de cosas que Mit no entendía, debía tratarse de algún tipo de legeremancia. La nave había bajado a las afueras de un pueblo, y una mujer de enorme tamaño salió a su encuentro. Ella también reconoció al niño de inmediato, pidiendo tenerlo en brazos. Se presentó como Cara Dune, y les explicó que algo debía ir realmente mal, Mando había dejado a Grogu en compañía de otro jedi, algo no estaba bien. Las tres mujeres compartieron una mirada inquieta, las tres preocupadas por diversos motivos. Ahsoka temía por el equilibrio en la galaxia, Cara por sus amigos, y Mit no dejaba de temer por su pequeño. ¿Estaría pasando frío? ¿Lo habrían alimentado bien?

Pasado el mediodía una segunda nave bajó sobre la superficie de ese planeta. Era muy fea en comparación a la de Ahsoka, y si Mit había oído bien, la de Ahsoka era una completa antigüedad.

- Ese es Mando – anticipó Cara quien pareció entender lo que pensaba. Ella ahupaba al niño, calmándolo con extrema ternura. Era inusual, una mujer tan grande y corpulenta viéndose tan dulce y maternal. Casi hacía que Mit se preguntara si ella misma no había dado esa imagen a los miembros de su legión luego del nacimiento de Desmond. Había pasado de ser la más feroz de las guerreras, a la más dulces de las madres, y ahora iba a convertirse en la mayor amenaza de quien fuera que se interpusiera entre su hijo y ella.

Ese tal Mando, había oído muchas historias de él, tantas que sintió un poco de decepción al verlo. Era un tipo normal con armadura. ¿Qué cómo se ve un tipo normal con armadura? Como Mando. Incluso diría que se veía algo... en fin, era mucho más delgado que Cara, no tenía la imponente actitud de Ahsoka, y Mit ya había derrotado a cientos como él en el pasado. No quería subestimarlo, lo único que quería era que le dijera dónde estaba su Desmond.

El pequeño Grogu fue el primero en reaccionar. Se bajó de los brazos de Cara y comenzó a correr muy lentamente con sus diminutas piernas de bebé hacia donde estaba Mando. Éste lo abrazó con lo que Mit intuía debía ser una gran alegría, o tal vez no, era difícil saber qué sentía cuando tenía su rostro completamente cubierto.

- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no está con el jedi? – preguntó observando a las tres mujeres - ¿Quién es ella?
- Soy Mithril Grey. Alguien dejó al niño en la cuna de mi hijo y debió haber tomado a mi niño en su lugar. Vine a recuperar a mi bebé, y a devolver al niño a su hogar.
- Ella cuidó bien al niño. – aseguró Cara, al parecer Mando confiaba en ella.

Al parecer habían hecho todo ese viaje en busca de Mando creyendo que era el tutor de Grogu, pero él había cedido la tenencia a otro jedi. Eso se estaba volviendo demasiado complicado, y ella seguía sin pistas sobre su retoño. Pero ahora ya eran cuatro, ella, Mando, Cara y Ahsoka, los que irían a buscar a ese otro jedi para intercambiar a los niños. Le ayudarían a recuperar a Desmond y dejarían a Grogu junto a alguien que pudiera protegerlo de, lo que ella entendía, eran magos tenebrosos. Conocía de eso, era mejor alejar a los niños de su influencia; y con mayor razón quería alejar a Desmond de aquel lugar. Ya su padre, Viktor, había caído víctima de una guerra mágica, no permitiría que su bebé se viera envuelto. ¡Apenas estaba aprendiendo a hablar! Ni siquiera tenía edad para iniciar su entrenamiento ni obtener su cristal.

El caso es que enfrentaron dos problemas igual de apremiantes. El primero, fácil de resolver, era que todos morían de hambre. El segundo era que ninguno sabía dónde encontrar a ese otro jedi. Decidieron conversarlo mientras comían, así todos tendrían la mente más despejada. La comida de esos lugares era tan extraña como podía esperarse. ¿Cómo es la comida extraña? Como la que había en ese lugar. Era una especie de sopa pero dentro había un calamar vivo. Mit no era problemática con las comidas, pero eso de ingerir animales vivos… digamos que tenía algún que otro dilema ético y digestivo al respecto. Así que le consiguieron carne (muerta y cocinada), pan y frutas. Las frutas también eran extrañas ¿qué cómo es una fruta extraña? Como la que le sirvieron.

Si bien el plan era debatir su próximo movimiento mientras comían, la verdad es que nadie dijo nada hasta que los platos estuvieran limpios. Si Grogu se veía adorable con sus hermosos ojos gigantescos, verlo comer era repulsivo. Engullía como un pato y parecía tener predilección por las cosas vivas. Otro personaje interesante al alimentarse era Mando, él pidió sorbetes y engulló todo por ahí sin quitarse el casco. Mit habría quedado muy sorprendida, de no ser porque ella estaba ocupada haciéndose un sándwich.

Cuando terminaron de comer iniciaron la discusión sobre el próximo paso que darían. Cara no había vuelto a ver al jedi desde lo de Gideon, fuera lo que fuese. Mando dijo algo de unas ruinas en Tatuin, Tatuil? Todos los nombres le sonaban extraños a Mithril. Lo que entendía era que Mando tenía un rastro más fresco, aunque no lo suficiente. Una vez más, quien les dio la solución fue Ahsoka. Ella era una jedi y les habló sobre un planeta donde estaban las ruinas de antiguo templo jedi donde se entrenaba a los padawan (¿pada qué? Pos pa que entrenen) Dijo que la fuerza era fuerte ahí, tanto como lo era Grogu y en el jedi que se lo había llevado. Eso significaba que tendrían que hacer otro viaje, y más le valía a ese jedi estar en ese planeta con su Desmond o lo iba a hacer a la parrilla. De paso les enseñaba lo que era la comida normal a esos extraterrestres raros.

Cara se disculpó, era la sheriff de ese planeta y no podía irse sin más. Ahsoka iría en su nave delante, como guía. Y Mando, Grogu y Mit irían en la nave de Mando, que era más grande y podrían viajar más cómodos.

- Gracias por todo – dijo Mit saludándola con la mano
- El camino así es – se despidió Mando con un apretón de manos
- Que la fuerza te acompañe – la saludó Ahsoka de manera más fría.

¿También saludaban raro? Cuántas más rarezas descubría, más quería encontrar a su pequeño y devolverlo a casa. Y también más crecía en ella la curiosidad por explorar cada rincón de esos planetas. Se sentía extraño “explorar planetas” cuando su mundo aún guardaba tantos secretos. Primero lo primero, y eso sin lugar a debates era poner a salvo a Desmond.

- ¿Cómo es que…? – comenzó a preguntar Mit durante el viaje. Pero a la mitad de la pregunta decidió cambiarla. - ¿Eres su padre?
- Algo así. Fui asignado como su padre hasta que se reuniera con su gente, lo cual ya había ocurrido. – a pesar de que la respuesta era clara, Mit presentía que había una historia mucho más larga de la que le estaban contando.
- ¿Eres como el pequeño? – no le importaba mucho saber si el mandaloriano era verde o no, pero tenía curiosidad.
- No. - ¿Todos los Mandalorianos eran tan conversadores? – ¿Tu hijo también es humano?
- Sí. – Dos podían jugar ese juego.

El resto del viaje transcurrió en silencio. Con Mit preocupada por Desmond, y Mando tomando una parte de la nave y dándosela a Grogu para que jugara. Una pequeña bola metálica que completaba una palanca.

Llegaron, luego de un par de horas, a un planeta azul. La nave de Ahsoka los guió hacia una isla donde ambos aterrizaron. Ahsoka parecía inquieta en ese lugar, y Mit entendía por qué. Había una energía extraña colmando el aire, algo familiar y a la vez atemorizante. Si Mando sintió algo extraño, no lo dijo. Avanzaron junto al niño hacia un pilar de rocas, y en el centro encontraron a una figura envuelto en una pesada capa negra.

- Ese es el jedi con que dejé a Grogu – dijo Mando
- ¿Todos los jedi usan capas? – parecía incómodo para luchar

La que entró en acción fue Ahsoka, ella sacó dos sables de luz blancos y los dirigió directamente hacia la figura del encapuchado. – Revela tu rostro – su tono de voz no era el de una amenaza, pero tampoco dejaba lugar a discusiones. El joven lo hizo, sus movimientos eran formidablemente serenos para estar siendo amenazado por Ahsoka y sus espadas mágicas.

- Yo soy Luke Skywalker. Aprendiz del maestro Kenobi hasta su muerte, y del maestro Yoda después de él.
- Sé quién eres, hijo de Darth Vader – lo cortó Ahsoka. Ahora ya no parecía convencida de que Grogu debiera permanecer a su lado. No obstante, bajó sus espadas y las guardó. – Soy Ahsoka Tano, fui padawan de Anakin Skywalker.
- ¿Qué sucedió? ¿Por qué Grogu no estaba contigo? – interrumpió Mando las presentaciones entre esos dos jedis. Era evidente que tenían muchas cosas que contarse, pero Mando recordaba que Mit aún estaba buscando a su hijo y priorizaba esa misión antes que los reencuentros de viejos amigos (o no tan amigos)
- ¿Desmond está contigo? – sumó su pregunta Mit, a la que no se le había pasado por alto que Luke no estaba acompañado de su hijo.
- Estaba entrenando a Grogu cuando el lado oscuro comenzó a invadir esta isla. Lo envié lejos, a donde estuviera a salvo mientras defendía el templo. – le respondió Luke a Mando. – Lo siento, señorita, pero no sé quién es Desmond. Mi droide dejó a Grogu y regresó con las manos vacías. – detrás de Luke apareció una máquina similar a una lavadora, o quizá una secadora, era blanca, azul y muy ruidosa. – R2 dice que la cuna estaba vacía cuando él dejó a Grogu en ella.

Afligida Mitrhil tomó su varita y apuntó con ella a Luke colgándolo de cabeza. – Mientes – lo acusó. No le estaba haciendo daño, sólo se desahogaba por la frustración de lo largo que era el viaje, y lo imposible que era que Desmond sólo hubiera desaparecido. – Tu lavadora (o secadora) debió haberlo tomado. Mi hijo no pudo haber desaparecido.

La mano de Ahsoka se posó sobre su hombro calmándola. – Encontraremos a tu hijo. – le prometió con voz suave. – Pero Luke no miente, sé que dice la verdad.
- También te daré mi ayuda. – aclaró Mando viendo al jedi balancearse como un péndulo en el aire. Nunca había visto nada igual.
- Y yo también ayudaré, si me bajas. Pero antes necesito terminar de limpiar este planeta para que Grogu esté a salvo.

Luke los llevó por un camino que descendía hasta las profundidades de la isla. Una gruta oscura y fría, donde el mar golpeaba violentamente contra la roca. Ahí se habría una pequeña cueva, del tamaño justo para que una sola persona la cruzara. Con sólo verla, todos los instintos de Mit le gritaron que estaba en peligro. Su piel se erizó, Ahsoka se tensó, Grogu se ocultó contra el pecho de Mando, Luke apretó la quijada y Mando… seguía sin poder leer lo que él pensaba. Ambos jedi explicaron que en esa cueva se ocultaba la oscuridad, que allí correrían grave peligro, pero que debían entrar, enfrentar al lado oscuro y salir para que la isla volviera a ser segura. Era una misión en la que no podían fallar.

Ahsoka fue la primera en entrar. Detrás de ella fue Luke. En tercer lugar fue Mithril y cuidando la retaguardia fue Mando. Al niño lo dejaron fuera, al cuidado de R2 (la lavadora ruidosa)

Los caminos debieron bifurcarse. No encontraba otra explicación porque a los pocos pasos, todos parecieron separarse y perderse. Mit continuó caminando, varita en mano y lista para el combate cuando se cruzó con Luke. Él se encontraba frente a frente con un hombre muy mayor. “Sírveme o muere” decía el anciano lanzando rayos con las manos y atacando al jedi. Él se resistía con gran soltura, parecía meditar ajeno a los ataques del anciano. – Ese no es mi camino. Viviré para corregir los errores de mi padre, no para replicarlos. – dijo Luke y la figura del malvado emperador desapareció. – Esta cueva pone a prueba tus emociones, el miedo, el odio, alimentará la oscuridad en tu interior para engañarte. Debes resistir. – le compartió a Mitrhil. – Mi trabajo aquí está hecho, depende de ustedes ahora. – y sin más se marchó de la cueva.

Mit continuó vagando en la oscuridad. Ahora que Luke le había dado la clave de lo que ahí dentro sucedía, temía lo que ese lugar podría hacerle. Pero antes de que pudiera averiguarlo se encontró con Ahsoka. Aún en la oscuridad podía verla con claridad, probablemente gracias a los sables de luz blancos con los que la jedi se iluminaba. Ella tenía lágrimas en sus ojos y se enfrentaba a un hombre con un casco negro, cuya respiración retumbaba como si tuviera asma. El hombre se quitaba la máscara, y bajo ella aparecía un joven de cabello rubio, muy parecido a Luke. “Ven Ahsoka, la orden jedi ya no existe. Juntos somos imparables” Por un segundo, Ahsoka pareció dudar. – No lo escuches, es una ilusión. – le gritó Mit, aunque Ahsoka parecía incapaz de oírla. – Tú fuiste quien nos abandonó. Te habría seguido, mi amigo, pero no era lo correcto. – Ahsoka guardó sus sables y respiró hondo, amigándose con aquel lejano y doloroso pasado que aún la perseguía. Debía perdonar a quien le había fallado, y así recuperar la paz.

Con Ahsoka a salvo y fuera de la cueva, Mit se preparó para ver a Mando combatir contra su oscuridad. Sin embargo no fue así. Fue Viktor quien salió a su encuentro. La abrazó, apoyando la mano en su cintura con ese gesto tan característico de él. “¿Dónde está Desmond?” le preguntó Viktor antes de desaparecer como si fuera sólo un recuerdo arrastrado por el viento. Mit se volteó encontrándose con Potter. Él había asesinado a Viktor, y a su lado, siendo apuntado por su varita, estaba Desmond “¿Quieres ir con tu papá?” le preguntaba al niño. De inmediato Mit apuntó a Potter para detenerlo, no iban a haber errores ni segundas oportunidades. Tenía la oportunidad de vengarse y de ahorrarle un mal al mundo, todo en un solo hechizo. Pero una mano sostuvo la suya impidiéndole lanzar el mortal maleficio.

- Suéltame. – ordenó forcejeando para soltarse.
- Esta cueva te engaña. – le recordó la voz del mandaloriano. – no puedes confiar en tus sentidos.

Gracias a su intervención recordó las palabras de Luke. Odiaba a Potter con la fuerza de los mil demonios, pero no iba a ser vengativa. – Ya habrá justicia. – dijo al fin. Y la silueta de Potter y Desmond desaparecieron revelándole la salida de la cueva. Aliviada se precipitó hacia ella. Luke y Ahsoka la miraban con aprobación, y el pequeño Grogu estiró sus manitos pidiéndole que lo alzara. Tal vez fuera culpa de la cueva, pero se sentía demasiado emocional, así que lo levantó y abrazó como si se tratara de su pequeño. Varios minutos después Mando se reunió con ellos.

- El trabajo está hecho – dijo Mando con su voz apagada por el casco – Ahora debemos buscar al hijo de Mithril.
- Así es. – opinó Luke. – Y sólo hay un lugar donde ese niño puede estar. En el hogar del que partiste. – R2 y sus ruidos extraños interrumpieron a Luke, el cual lo observó con atención antes de continuar. – R2 dice que lamenta el malentendido.
- La fuerza ha recuperado su balance. – aportó Ahsoka cerrando los ojos como si meditara una vez más. – ella te guiará y todo estará bien.
- Prometieron ayudarme. – les recordó a Luke y a Ahsoka, que parecían muy contentos con sus palabras pero poco dispuestos a actuar.
- Y lo hicimos. Te dijimos dónde está tu hijo. – respondió Ahsoka.
- Debo quedarme, a continuar con el entrenamiento de Grogu
- Y yo me quedaré. Quedamos pocos jedi, deberíamos mantenernos unidos.
- Que la fuerza los acompañe. – los despido Luke a ambos

Si alguien ahí tenía palabra, ese fue Mando. Él se despidió del niño, de los jedi y se ofreció a llevar a Mithril de regreso a su hogar. Había prometido ayudarla a encontrar a su niño, y su tarea no estaría completa hasta que ella y su hijo se hubieran reunido. Los nervios de Mithril no le permitieron discutir con los jedi, los cuales parecían haberlos utilizado nada más.

- Oye, ¿estás bien? – le preguntó Mando.
- Preocupada – sin darse cuenta, Mit se había estado mordiendo la uña de su pulgar – Gracias por tu ayuda en la cueva, creo que no habría podido hacerlo sin ti.
- Descuida. Yo también lo tuve difícil
- ¿Qué… qué viste? – creía adivinar que así como ella había podido ver a Luke y a Ahsoka, él debía haberla visto a ella.
- Vi a una vieja amiga. Ella me expulsaba porque fallé a mi juramento.
- ¿Qué hiciste?
- Todo mandaloriano jura jamás quitarse el casco ante otro ser vivo. Yo me lo quité en dos ocasiones ante otras personas, la primera para encontrar al niño, la segunda para despedirme de él. Ya no soy digno de ser un mandaloriano, ni del casco ni la armadura que porto.
- No puede ser tan malo. Lo hiciste por una causa noble. – ayudar a un niño, proteger a un hijo, justificaba cualquier otra cosa.
- Eso no importa, ese no es el camino del mandaloriano.
- Ese puede ser tu camino Mando. No siempre debes seguir lo que otros te dicen. - A pesar de que mantenía el casco puesto, Mit pudo adivinar una sonrisa en el rostro de Mando. ¿Estaría empezando a conocerlo aún a través del casco?
- Tu hijo estará bien, tiene una gran madre.

El resto del viaje fue mayoritariamente silencioso y tranquilo, aunque la tranquilidad se evaporó cuando atravesaron el cinturón de asteroides que circula al sistema solar terrestres entre Marte y Júpiter. La nave dio varios tumbos, y recibió varios golpes. Uno más duro que el otro, y me gustaría decir que salieron ilesos, pero no. La nave de Mando sufrió averías masivas, perdió direccionalidad y ambos motores. Ambos acabaron atrapados en una lata giratoria que no podían operar. Sin sistema de comunicación y tan apartados de la galaxia que nadie los encontraría, cualquiera pensaría que ese era el final. Salvo que Mando tenía un jet pack, lo que Mit entendió como una mochila cohete. Podían usarla para llegar a la tierra si ambos usaban un traje que soportara el inhóspito clima espacial. Cosa que, por fortuna, Mando tenía. Mit se puso el de ella rápidamente, pero Mando… comprendió que no podía llevar ambos atuendos a la vez. Su armadura y su casco eran demasiado grandes como para ir bajo el traje espacial.

Se cambió en privado, y salió con el casco del traje ya colocado. En un bolso llevaba su armadura, la cual le entregó a Mithril para que ella la llevara. – Hagas lo que hagas no la sueltes. – le pidió antes de abrochar sus cinturones juntos para que ella no se alejara de él y abrir la escotilla. El vacío del espacio los succionó de inmediato, era una sensación pavorosa. Mil veces peor que la más alta montaña rusa, y con mil veces menos protecciones. Su único sistema de seguridad era estar atada y a un hombre que ojalá supiera lo que hacía y abrazada a una armadura que no serviría de nada si no la tenían puesta.

Usando su mochila voladora, Mando fue direccionando su vuelo a través del espacio. A pesar del peligro, era el espectáculo más hermoso que Mit hubiera vivido jamás. Los planetas se veían tan cercanos y grandes, que le costaba creer que desde su mundo fueran apenas destellos en el cielo. ¿Realmente llegarían? Lo había pensado imposible, pero la mochila era mucho más veloz de lo que parecía. El combustible no era infinito, pero les alcanzó con lo justo para aminorar la caída y que no se carbonizaran al entrar en la atmósfera. Sólo que no sería suficiente para evitar que la caída los matara. Mit jamás había hecho paracaidismo, pero estaba segura que esa debía ser la sensación que transmitiera. Una caída libre, sin arnés. Sólo el mandaloriano detrás de ella, y la armadura sobre la cual caerían. Iba a ser muy doloroso, y sólo podía pensar en eso mientras el suelo se acercaba más y más.

- Arresto Momentum. – exclamó en el último segundo, y ambos se detuvieron en el aire. Luego cayeron dándose un golpe doloroso como ella había previsto, pero mucho menos letal de lo que Mando esperaba. De hecho, más allá de algún que otro moretón, ambos estaban sanos y salvos.

Mit se soltó de Mando y corrió al interior de la casa quitándose el casco de astronauta. Allí encontró la cuna aún vacía y su desesperanza regresó. Se giró angustiada y sabiéndose estafada cuando un sonido llamó su atención. Regresó sobre sus pasos y se detuvo en el cuarto de Jazmine. Ahí, abrazado a su tía, Desmond dormía a gusto junto a Jazmine. – Debió haberse pasado de cama durante la noche. – dijo la voz de Mando a su lado. Sin su nave ni su mochila voladora, él estaba atrapado ahí. Había caído a un planeta donde nadie lo encontraría, lejos de su trabajo de todo y de todos por un niño que había cambiado de cama.

- Lo siento – se disculpó Mit comprendiendo la nueva situación de ese hombre. Un buen hombre que había hecho todo lo que era posible para reunirla otra vez con su hijo.
- El camino así es. – respondió él, quitándose le casco para revelar a un hombre de rasgos fuertes y mirada amable. La fuerza, la magia y el destino los habían unido. Por algo debía ser.